La tercera y última parte de nuestra fascinante travesía por la región autónoma de Guangxi Zhuang, en China, la hicimos nuevamente por agua, pero esta vez, de noche y en medio de una espesa neblina.
La tarde llegaba a su fin en Yangshuo. Sus callejuelas empezaban a iluminarse. La música salía de los diferentes bares y restaurantes, y tanto locales como turistas comenzaban su vida nocturna, mientras que los karst (colinas escarpadas o carsos), protegían en silencio, el vibrante ambiente que bullía en este pequeño municipio. Sin embargo, nosotros teníamos un plan mucho menos festivo, uno del que nunca habíamos oído hablar antes.
Caminamos hacia las orillas del río Li, en donde nos esperaba una especie de chalupa de bambú para hacer pesca con cormorán (ave acuática), una práctica milenaria china. Montamos en la angosta barca dotada de un farol, tres o cuatro cormoranes con sogas apretadas alrededor de su pescuezo y un pescador de bastante edad con pantalones remangados y chancletas quien, al igual que el balsero en nuestro paseo por el río Yulong, realizado en la primera parte de este viaje, conducía sin modular palabra.
A medida que nos íbamos distanciando de Yangshuo, las luces y algarabía de la gente se iban transformando en pequeños puntos de luz y lejanos susurros, en tanto que la oscuridad, el frío y la niebla se apoderaban de nosotros cada vez más. Por un momento sentí que íbamos directo a la boca de un lobo. No se veía nada excepto el agua a lado y lado de la embarcación que, iluminada por el débil farol, dejaba ver su hermoso color azul turquesa y los peces que nadaban en ella.
De inmediato, el pescador dejó que sus cormoranes entraran en acción. Uno tras otro se fueron sumergiendo en el agua, buceando velozmente hasta atrapar a los peces con sus picos. ¡Fue impresionante verlos nadar con tanta agilidad! Es una pena que no haya podido grabar este momento, pero creo que no lo hubiera podido apreciar al máximo si hubiera estado tras el lente de una cámara.
Ya con las presas en sus bocas, el pescador fue sacando a los cormoranes con una vara larga de bambú. Luego, tiró a los peces en un balde. Pero, se preguntarán ¿cómo es que los cormoranes no se comieron los peces antes de ser subidos a la barca? ¿Recuerdan la soga alrededor de sus pescuezos? ¿Por qué creen que la llevaban puesta? Pues, precisamente para evitar que se comieran los peces.
Así se realiza este arte en donde realmente son los cormoranes los que hacen todo el trabajo. Asumo que bastante doloroso para estas aves, pero rápido y fácil para el pescador. Al menos, después de que el pescador tiene toda su pesca hecha, los cormoranes obtienen su recompensa al serles quitada la soga y ser liberadas para que salgan a cazar a su antojo.