«¡Alunicé!». Esto fue lo primero que pensé cuando aterricé en un helado día de marzo, en este país remoto ubicado en la cima del mundo. Creo que jamás podré viajar a la luna, pero por sus fotos y lo poco que puedo apreciarla desde la tierra, podría decir que el volcánico terreno de Islandia tiene una misteriosa similitud con ella.
Al salir del aeropuerto de Keflavik, a unos 45 minutos de la capital, sentía que me encontraba fuera de este mundo. Mientras conducía a Reikiavik no veía otra cosa que un mar de lava seca y basalto que escoltaban la vía de par en par. Así comenzó mi viaje…
Visitar Islandia había sido uno de mis grandes sueños desde joven. La primera vez que supe de él fue a través de Fjola, mi compañera de cuarto cuando estudiaba en un internado en Alemania. Jamás había oído de ese país, pero al ver las imágenes que me mostró, quedé fascinada al instante con su naturaleza.
Este pedacito de tierra pegado al Polo Norte, casi olvidado por todos y para muchos, inexistente, encierra una atracción alienígena que deslumbra. En él, la volatilidad de sus 130 montañas volcánicas (30 de ellas activas), conviven inexplicablemente, de manera armoniosa con los sigilosos y sensibles glaciares, bajo incesantes días de verano y eternas noches de invierno, engalanadas tímidamente por la aurora boreal.
Sin embargo, tuve que esperar más de 20 años para materializar este sueño que finalmente pude realizar junto a mi esposo e hija mayor, quien en ese entonces tenía tres años.
Reikiavik: pintoresca y pura
Pequeña, pintoresca y llena de aire puro. Así es la capital islandesa, ubicada al sudoeste del país con unos 120,000 habitantes de gente amable, tranquila y consciente del medio ambiente. Es la ciudad más poblada y más grande del país, repleta de estrechas calles con construcciones en colores vivos. Un lugar que te recibe con calidez pese a la frialdad de su clima.
De aquí es oriunda la famosa cantante Björk y aquí es donde llegan a tocar base la mayoría de turistas antes de emprender su recorrido por el resto del país. Un país al que si no eres local, es mejor recorrerlo con guía y varias capas de ropa encima.
Un isla, dos continentes
Esta isla de apenas 330,000 habitantes, descansa sobre los continentes americano y europeo y no solo eso: la «frontera» entre ambos está delimitada por las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia, provocando cientos de sismos al año.
De hecho, los movimientos de estas placas hacen que cada año se distancien la una de la otra unos dos centímetros y medio lo que eventualmente llevará a esta isla del Atlántico norte a partirse en dos y pese a que esta separación ocurre en el fondo del mar, su fisura puede apreciarse a simple vista en la tierra en el Parque Nacional de Thingvellir. Así que si quieren estar en América y Europa en un abrir y cerrar de ojos, lo pueden hacer aquí, cruzando el pequeño puente peatonal que las une. Un poco difícil de digerir, pero por esto no deja de ser real.
E igualmente difícil de digerir es el hecho de que aproximadamente cada cinco años alguno de sus volcanes hace erupción. De hecho, mientras estuve allá, los locales estaban a la espera de que el volcán Bardarbunga comenzara a hacerlo. Personalmente, no creo que pudiera vivir en un país en donde sino tiembla, queda uno cubierto de cenizas o rodeado de fuego, pero aunque para muchos Islandia parezca un lugar inhóspito para vivir, son precisamente estas maravillas de la naturaleza las que están atrayendo a miles de turistas de unos años para acá.
Por esto ahora, y a diferencia de antes, cuando escapaban a tierras más cálidas y a paisajes más frondosos, son muchos los islandeses que han escogido quedarse para presentarles al mundo los encantos de su hogar.
Hielo, soplo y agua
Emocionados, pero muertos de frío nos embarcamos en un 4×4 y en medio de un implacable invierno, realizamos el Golden Circle & Glaciar Jeep Tour, una de las opciones más populares para conocer los puntos más atractivos del país. Nuestro recorrido de 10 horas comenzó bajo un amanecer iluminado por la luna, ya que estábamos en invierno y las horas de sol eran muy pocas. Cuatro para ser exacta. Dirigiéndonos hacia el este de Reikiavik, hicimos una pequeña parada a lo largo de la vía para acercarnos a ver un par de tiernos caballos islandeses.
Poco tiempo después llegamos al valle Haukadalur, un área geotérmica con fumarolas, piscinas de lodo y riachuelos con temperaturas superiores a los 100 grados centígrados.
Como esta zona, hay muchas en Islandia, aunque en ésta pudimos presenciar los bufidos del géiser Strokkur, el más fuerte del país. Y cuando digo fuerte, ¡es fuerte!. Sus disparos de agua y vapor ocurren cada cinco minutos y alcanzan normalmente una altura de unos 30 metros (aproximadamente 10 pisos), aunque éstos son bajos en comparación a los 40 metros a los que ha llegado y a los 60 metros que alcanzó en 1815.
El sigilo de un glaciar
De estos sorpresivos y ruidosos soplos, pasamos a la paz y silencio del glaciar Langjokull, el segundo más grande del país. Es casi imposible poner en palabras la sensación de estar sobre él. Su imponencia, majestuosidad y al mismo tiempo, fragilidad, me transportaron a un mundo surreal.
Esta visual de 360 grados, de un eterno manto blanco, me desató una cadena de sentimientos encontrados: así como me sentía completamente libre, como si flotara, también me sentía como un diminuto punto, indefenso y frágil. Una experiencia sencillamente inolvidable.
Gullfoss: la diosa dorada
Luego de esa inmersión celestial, nos dirigimos hacia la cascada Gullfoss, otra obra maestra de la naturaleza islandesa. Su nombre significa «cascada dorada» y el sedimento glacial de sus aguas proviene del lago Langjokull. Su magia radica en sus destellos dorados provocados por los rayos del sol y pese a no haber podido apreciarlos bien por estar congelada, Gullfoss no decepcionó, demostrando su belleza, fuerza titánica y grandeza. Por algo es considerada una de las más hermosas cataratas de Islandia.
Con este grande de la naturaleza nórdica terminamos nuestro largo y helado periplo. Cansados y felices volvimos al hotel, aunque no por mucho tiempo.
Las luces de Dios
A las 9 de la noche partimos nuevamente hacia las afueras de Reikiavik para ir en busca de uno de los fenómenos naturales más maravillosos del mundo. La aurora boreal. Estas sublimes vetas de luz que parecen bailar en el cielo nocturno, son realmente partículas de sol atrapadas por el campo magnético de la Tierra y solo pueden ser vistas en una noche despejada de invierno.
Por tres horas estuvimos «cazándolas» hasta que por fin, nos dieron el gusto de presentarse. Personalmente, esto cerró con broche de oro mi eterno día de aventuras y definitivamente, vale la pena esperar por ellas. Diría que es una de las cosas que hay ver antes de morir. Su sutileza, luminosidad y elegancia son mensajes de Dios.
La laguna azul: aguas que curan
Si vas a Islandia y no vas a la laguna azul es como si no hubieras ido. Visitar estas aguas geotermales es un must. Ubicada en Grindavík, en una inmensa área compuesta por lava, este destino es visitado tanto por locales como por turistas que quieren beneficiarse de sus propiedades curativas. A 37 grados centígrados, este cuerpo de agua turquesa se diferencia de otras aguas geotermales ya que en vez de agua de lluvia, está compuesto principalmente por agua de mar.
Además, contiene silicato y algas. Estas últimas no solo sirven para destruir las bacterias que traen los bañistas a la laguna, sino que, según los dermatólogos islandeses, son una maravilla para quienes sufren de psoriasis. Sus aguas sanitizan todo. Así que, al saber esto, mis dudas sobre meternos o no, se disiparon ya que no había peligro de contraer alguna infección.
Llamada la «Tierra de hielo y fuego», Islandia es un país que no debe pasar desapercibido. Impacta negativa o positivamente, pero impacta. En mi caso personal, confieso que ni la niebla, ni el frío impidieron dejarme llevar por su magnetismo. Por esto, los entusiasmo a desviar sus rutas de vuelo para que vivan algo diferente. Queda a tan solo 5 horas y media de Nueva York, es decir, más rápido que un vuelo desde esa ciudad a Europa. Se los recomiendo. De verdad que no se decepcionarán.
Qué interesante Vane!!!! Me encantó leer esto, wow.
Hace muchos años, Omar soñaba con ir a este increíble lugar, pero, los hijos, trabajo y responsabilidades hicieron que lo pusiera en el último lugar de su lista.
Se lo voy a mostrar, seguro le va a encantar también y de repente retoma el sueño!
¡Me alegro mucho que te hay gustado el artículo! Cuando quieran, les paso datos y tips. ¡Un abrazo!